martes, 14 de octubre de 2014

Reflexión 4 ¡El tiempo vuela cuando te diviertes!

¡Mitad del semestre! Simplemente no puedo creer que ya estemos aquí... He tenido tantas tareas que realizar que ni siquiera me había detenido a analizar qué porcentaje del mismo ha transcurrido, ni qué tanto he avanzado con el trabajo de mis materias, ni tampoco qué tanto he logrado en esta materia en particular. Me he concentrado tanto en cumplir con todas y cada una de las actividades asignadas para cada asignatura que, curiosa y arbitrariamente, no he sido consciente del tiempo que me han tomado ni de las fechas exactas en las que las he concretado. Sin embargo, esta reflexión me dio la oportunidad perfecta para hacerlo.
        Honestamente, me caracterizo por ser una de esas estudiantes que prefieren disfrutar del momento y de la vida y dejar las cosas difíciles y estresantes para el final. Sí, admito que casi durante toda mi carrera he hecho mis tareas y trabajos al último minuto, con muy poca o ninguna planeación ni organización; sin embargo, eso también me hace sentir orgullosa, ya que a pesar de ello siempre (o por lo menos el 99% de las veces) he logrado entregar documentos y realizar exposiciones de buena calidad, que cumplen los objetivos preestablecidos por los profesores, y que satisfacen e incluso superan mis expectativas y mis necesidades. 
        Considero que lo anterior se debe a mi forma de ser. Siempre me han gustado los retos, siempre me he sentido atraída por todo lo que implique liberar adrenalina; por ello mismo, trabajo mucho mejor bajo presión. La necesidad de resolver un problema inmediato me obliga a ser más creativa, a pensar con más claridad para alcanzar más eficacia en menos tiempo, a superarme y sorprenderme a mí misma.
       No obstante, tuve que admitir que eso no sería posible esta vez, ya que todos mis cursos exigían una calendarización de actividades; y dada la naturaleza y la complejidad de todos ellos, aprender a fijar y cumplir fechas límite representaría un enorme beneficio para mí. 
        Aunque sigo postergando lo más que puedo mis tareas, soy mucho más consciente de que no puedo rebasar los límites que yo misma me he fijado, porque si eso sucede, la cantidad de trabajo acumulado será impresionante, y me resultará cada vez más difícil ponerme al corriente. 
       Lo anterior me ha ayudado a avanzar de manera progresiva en todos y cada uno de los proyectos que actualmente estoy desarrollando, siendo mis prácticas profesionales el proyecto más importante para el propósito de este blog. Al comparar mi planeación inicial de las traducciones que estoy haciendo junto con mi compañera y las secciones de la página web que ya hemos traducido, me siento más que satisfecha al darme cuenta de voy exactamente de acuerdo a lo expuesto en mi Practicum Prospectus, ni adelantada, ni atrasada; a tiempo.
        Personalmente siento que he logrado esto gracias al haber "combinado" mi forma de ser (hacer todo al último minuto) con la forma de ser esperada de un estudiante universitario (organizado, obsesivo con el tiempo que dedica a cada cosa). Si bien me he ocupado de las tareas pendientes hasta que siento el tiempo encima, me he asegurado de no incumplir con mis propios objetivos, y eso me ha ayudado a hacer un buen trabajo, de buena gana, y sin ninguna preocupación extra. 
        Por todo lo anterior me gustaría cerrar esta reflexión con una cita de William Shakespeare que define mi manera de trabajar e incluso de existir: "Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa como el que se retrasa demasiado". El hecho de que deje las cosas para el último momento, no quiere decir que soy una irresponsable y que les doy poca importancia; simplemente a mí me gusta hacerlo de esa manera y para mí eso genera mejores resultados porque no las termino ni antes ni después, sino en el instante preciso en el que debo hacerlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario