lunes, 27 de octubre de 2014

Reflexión 5 ¿Traducir para practicar o practicar para traducir?

Debo confesar que desde que empecé la carrera había temido este momento, el día en que tuviera que iniciar mis prácticas profesionales. Tenía miedo de no elegir correctamente, de no ser capaz de realizar el trabajo que me fuera asignado, de olvidar todo lo que me habían enseñado, de decepcionar a otros y peor aun, a mi misma. 

          No obstante, la cruda realidad es que el tiempo no se detiene, y ese momento llegó. Como había sabido desde que ingresé a esta universidad, mis intereses seguían girando en torno a la traducción y la interpretación, motivo por el cual decidí que mis prácticas profesionales debían de consistir en traducir algo o en interpretar para alguien.
             Rebobinemos unos cuántos años, al 2011 para ser exactos. En ese entonces, estaba tan ciega y era tan ignorante como cualquier otro ser humano para quien el universo de la lingüística aplicada le es desconocido. Lo confieso, hace 3 años y medio era una de las personas que pensaba que aprender un idioma era fácil, que sabiendo más de un idioma se podía traducir cualquier cosa, y que traducir estaba lejos de ser difícil o frustrante. 
              Sin embargo, después de devorar diversos artículos, libros, y de vivirlo en carne propia durante algunos de mis cursos, pude constatar que la traducción es una ciencia, un arte, una virtud, y en muchas ocasiones un reto, un problema, y un dolor de cabeza. Quien es traductor es también escritor, poeta, artista, compositor, investigador, lingüista en toda la extensión de la palabra. 
         Un traductor no nace, se hace. Para poder presumirse traductor son necesarios años de preparación, práctica y experiencia. Las diferencias gramaticales y pragmáticas de cada idioma deben estudiarse a fondo, al igual que todas las técnicas, métodos y tipos de traducción existentes; además de la naturaleza de cada tipo de texto con el que podría trabajarse. Es necesario aprender a investigar sobre el tema que se traducirá, a hacer glosarios, y a proponer diferentes traducciones para el mismo fragmento. Todos estos conocimientos le ayudarán al traductor a tomar decisiones cruciales de las que dependerá la calidad de su trabajo. 
            Si bien las clases de la universidad (de la licenciatura de Idiomas por supuesto) están diseñadas para ponernos en contacto con todas estas actividades, no dejan de ser solo eso: clases. La práctica profesional en la vida real, no solo de la traducción, sino de cualquier actividad en general, presenta retos más difíciles de sortear, y es mucho más estresante que un simple ejercicio por el que obtendrás una calificación. 
    En la práctica laboral real debes satisfacer necesidades reales de personas reales que necesitan resolver problemas reales. Cualquier error podría desencadenar toda una serie de consecuencias negativas, tanto para quienes se trabaja como para el que trabaja.
          Al ser la traducción una actividad encargada de romper las barreras de comunicación y las diferencias culturales existentes entre los hablantes de dos idiomas distintos, un error podría provocar malos entendidos, ofensas, y muchas otras cosas de mayor o menor gravedad según fuera el caso. 
             Es por eso que al haberme comprometido a realizar la traducción oficial de una página web de una fundación legalmente constituida, estoy haciendo uso de todo el tiempo, de todos los recursos y de todos los consejos de personas especializadas en el tema y en el área como me es posible. 
          Actualmente, el hecho de ser únicamente una practicante me concede cierta protección en caso de que mi trabajo no llegara a satisfacer las necesidades de mis clientes. Sin embargo, en un futuro, cuando decida dedicarme a esto para vivir, lo único que me protegerá de los reclamos, amenazas y sanciones de un cliente insatisfecho será la calidad de mi trabajo y las bases en las que este haya sido sustentado.
            Estoy realizando mi traducción con toda la seriedad, precisión, dedicación, pasión y orden que me son posibles, porque confío en que esto garantizará su calidad y me servirá para adquirir experiencia, habilidades y conocimientos que me permitirán desempeñarme como traductora en el futuro.

martes, 14 de octubre de 2014

Reflexión 4 ¡El tiempo vuela cuando te diviertes!

¡Mitad del semestre! Simplemente no puedo creer que ya estemos aquí... He tenido tantas tareas que realizar que ni siquiera me había detenido a analizar qué porcentaje del mismo ha transcurrido, ni qué tanto he avanzado con el trabajo de mis materias, ni tampoco qué tanto he logrado en esta materia en particular. Me he concentrado tanto en cumplir con todas y cada una de las actividades asignadas para cada asignatura que, curiosa y arbitrariamente, no he sido consciente del tiempo que me han tomado ni de las fechas exactas en las que las he concretado. Sin embargo, esta reflexión me dio la oportunidad perfecta para hacerlo.
        Honestamente, me caracterizo por ser una de esas estudiantes que prefieren disfrutar del momento y de la vida y dejar las cosas difíciles y estresantes para el final. Sí, admito que casi durante toda mi carrera he hecho mis tareas y trabajos al último minuto, con muy poca o ninguna planeación ni organización; sin embargo, eso también me hace sentir orgullosa, ya que a pesar de ello siempre (o por lo menos el 99% de las veces) he logrado entregar documentos y realizar exposiciones de buena calidad, que cumplen los objetivos preestablecidos por los profesores, y que satisfacen e incluso superan mis expectativas y mis necesidades. 
        Considero que lo anterior se debe a mi forma de ser. Siempre me han gustado los retos, siempre me he sentido atraída por todo lo que implique liberar adrenalina; por ello mismo, trabajo mucho mejor bajo presión. La necesidad de resolver un problema inmediato me obliga a ser más creativa, a pensar con más claridad para alcanzar más eficacia en menos tiempo, a superarme y sorprenderme a mí misma.
       No obstante, tuve que admitir que eso no sería posible esta vez, ya que todos mis cursos exigían una calendarización de actividades; y dada la naturaleza y la complejidad de todos ellos, aprender a fijar y cumplir fechas límite representaría un enorme beneficio para mí. 
        Aunque sigo postergando lo más que puedo mis tareas, soy mucho más consciente de que no puedo rebasar los límites que yo misma me he fijado, porque si eso sucede, la cantidad de trabajo acumulado será impresionante, y me resultará cada vez más difícil ponerme al corriente. 
       Lo anterior me ha ayudado a avanzar de manera progresiva en todos y cada uno de los proyectos que actualmente estoy desarrollando, siendo mis prácticas profesionales el proyecto más importante para el propósito de este blog. Al comparar mi planeación inicial de las traducciones que estoy haciendo junto con mi compañera y las secciones de la página web que ya hemos traducido, me siento más que satisfecha al darme cuenta de voy exactamente de acuerdo a lo expuesto en mi Practicum Prospectus, ni adelantada, ni atrasada; a tiempo.
        Personalmente siento que he logrado esto gracias al haber "combinado" mi forma de ser (hacer todo al último minuto) con la forma de ser esperada de un estudiante universitario (organizado, obsesivo con el tiempo que dedica a cada cosa). Si bien me he ocupado de las tareas pendientes hasta que siento el tiempo encima, me he asegurado de no incumplir con mis propios objetivos, y eso me ha ayudado a hacer un buen trabajo, de buena gana, y sin ninguna preocupación extra. 
        Por todo lo anterior me gustaría cerrar esta reflexión con una cita de William Shakespeare que define mi manera de trabajar e incluso de existir: "Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa como el que se retrasa demasiado". El hecho de que deje las cosas para el último momento, no quiere decir que soy una irresponsable y que les doy poca importancia; simplemente a mí me gusta hacerlo de esa manera y para mí eso genera mejores resultados porque no las termino ni antes ni después, sino en el instante preciso en el que debo hacerlo.